30 Oct 2017

¿Qué se comparte cuando viralizamos? Por Lic Lucas Vazquez Topsian

¿Qué se comparte cuando viralizamos?

Compartir y acceder a la información es uno de los pilares básicos que sostienen internet. Al romperse las viejas barreras físicas, el tráfico de información ha impactado profundamente en el mundo laboral, en el entretenimiento y el conocimiento a nivel mundial. Hoy en día, millones de personas tienen acceso fácil e inmediato a una cantidad extensa y diversa de información en línea.

Aunque diariamente somos testigos de los diferentes contenidos informáticos que van y vienen, es notorio el caso de aquellas unidades de información que logran la capacidad de reproducirse de forma exponencial, en lo que se ha dado a llamar «viralización».

El término viralización apareció a finales de la década de los ochenta. Empezó a usarse en el campo del marketing para referirse al proceso por el cual un producto o servicio es promovido rápidamente mediante la difusión por parte de los usuarios, que lo recomiendan a otros.

El concepto «viral» actualmente también se aplica a las redes sociales, que de una manera directa, posibilita que un contenido publicado empiece a ser compartido masivamente por cientos o miles de personas. La palabra «viralización» nos remite a los virus y alude a la capacidad del contenido de reproducirse «solo», sin ayuda de las tácticas publicitarias.

¿Pero qué es lo que hace que algo sea susceptible de ser viral?

Veamos cuál es la dinámica de la viralización en las redes: en principio, un contenido surge de manera espontánea, casual y natural; y es subido a la red por el propio autor o usuario. A partir de ese momento se libera una reacción en cadena sin precedentes, donde otros usuarios comparten este contenido. En la viralización o «efecto viral»,  cada uno de nosotros, los usuarios de perfiles sociales, resultamos piezas imprescindibles en esta cadena, porque somos los vectores del mensaje a toda nuestra comunidad de seguidores y amigos. Por tanto somos juez y parte del contenido que queremos y debemos compartir. ¿Pero con qué criterios juzgamos, todos a la vez, cuál será el contenido a viralizar? Tomemos tres casos reales para intentar descubrir qué es lo que tienen en común:

 

  1. El suceso de los niños fallecidos a orillas del mar.

Se trata de una noticia falsa que afirmaba que en las costa de Veracruz fueron encontrados varios cuerpos de niños muertos. Acompañada de imágenes, el portal anunciaba que fueron arrojados a la costa durante la madrugada y la noticia se viralizó por Facebook.

 

2) La foto del Ecce Homo de Borja y su «restauración»

Atenta a la mala conservación del mural, en 2012 una señora de 81 años decidió repintar la obra encima sin contar con los conocimientos técnicos necesarios para una auténtica restauración. La señora, que primero había retocado o repintado la túnica, perdió el control de la situación con el rostro de Cristo y lo deformó. La fallida restauración se convirtió en un fenómeno de internet humorístico conocido como el Ecce Mono

 

3) La selfie de la Gala de los Oscar de Ellen Degeneres.

Se convirtió en el tweet más retuiteado de la historia. Dándole un giro a la formalidad del acto, la presentadora de la gala de los Oscar 2014, Ellen DeGeneres tomó una foto con varias caras conocidas de Hollywood en un momento de la ceremonia. La foto fue espontánea y sorpresiva, aunque posteriormente se especuló con campañas de marketing.

 

A primera vista, estos tres hechos no tienen nada en común. Se trata de un hecho trágico, en el caso de los niños asesinados; la impericia de una señora, en el caso del mural y una selfie la farándula. Pero si uno observa más detalladamente, se percata que los tres hechos contienen algún tipo de transgresión. Asesinar a niños. Arruinar una imagen religiosa. Romper con el protocolo de un evento. Algo de lo que debía permanecer oculto -inconsciente, podríamos decir-, repentinamente sale a la luz a través de ese contenido.

 

Pese a que la viralización sea un fenómeno relativamente nuevo, el afecto que podría estar detrás de ella no lo es. En 1919, Freud plantea Lo Siniestro (o «Lo ominoso», según la traducción), como una vivencia contradictoria donde lo extraño se nos presenta como conocido y lo conocido se torna extraño. Ese sentimiento que siendo familiar y conocido, regresa a nosotros con una sensación de extrañeza y contenido terrorífico que nos produce angustia.

 

Freud aclara que lo siniestro no tiene que ver con lo desconocido o con lo nuevo, como postulaba la tesis de Jentsch, sino más bien como el despertar de una angustia infantil que por medio de la compulsión de repetición se nos presenta nuevamente en la actualidad.

 

A la altura de este texto, Freud aún sigue el criterio de su primera teoría de la angustia, según la cual «todo afecto de una moción de sentimientos, de cualquier clase que sea, se transmuta en angustia por obra de la represión». Es por esto, que entre los casos de lo que provoca angustia tendremos lo ominoso. Lo ominoso es «algo reprimido que retorna»,  y que «esto ominoso no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo enajenado de ella por el proceso de la represión».

 

Además de lo ominoso que uno podría vivenciar, Freud también se refiera a «lo ominoso que uno meramente se representa o sobre lo cual lee». Dice que lo ominoso del vivenciar responde a condiciones más simples, abarca un número menor de casos, y «siempre se lo puede reconducir a lo reprimido familiar de antiguo»

 

Ahora que ya conocemos algo del sentimiento de lo ominoso, imaginemos a un sujeto que al mirar su celular recibe un video que lo conmueve. Siguiendol texto de Freud, ya sabemos que su contenido podría tener que ver con alguna de las siguientes situaciones:

 

  • Mutilaciones, muertes, como sustituto de la angustia ante la castración. También remite a las fantasías de desmembramiento anteriores al estadío del Espejo lacaniano.

  • Perturbadores del amor (violencia), que según Freud remite al padre temido, de quien se espera la castración simbólica.

  • Cumplimiento inmediato de un deseo. Confirma la posibilidad de una antigua convicción que posteriormente abandonada.

  • Situaciones en las que se borran los límites de la fantasía y la realidad.

  • La visión de genitales. Puede remitir a aspectos de la sexualidad infantil reprimida.

 

El sujeto de nuestro ejemplo, entonces, aprieta el botón de compartir. «¿Por qué lo compartís?», suelo preguntar. «No pensé, solamente lo hice», me responden la mayor parte de las veces. Más tarde nos enteramos, en base a nuestra investigación de numerosos casos, que el compartir permitía al sujeto desembarazarse del contenido que tanto lo afectó. Con tal de  «no pensar en eso», el sujeto pasa al acto que le permite pasar del «Yo digo que…» a «Se dice que…».

 

La viralización lograría, de esta manera, borrar rápidamente a la primera persona del singular y velar cualquier tipo de implicación subjetiva. Pero no debemos engañarnos: cada vez que somos vectores de la viralización, compartimos algo que nos es propio. Eso que viralizaimos habla de nosotros y a pesar de nosotros. Ahí donde no  hay nada, ponemos algo de nosotros mismos, proyectando una imagen que nosotros mismos nos resistimos a ver y que nos causa angustia, porque remite a algo nuestro que está reprimido. Compartimos, de esta manera, nuestro propio terror, el cual no queremos hacer consciente porque nos produce un gran malestar. Pareciera ser que finalmente la viralización tiene bastante de esto que la etimología nos enseña: el término virus proviene del latín, y su significado es «veneno». Viralizar quizá sea, finalmente, poder hacer algo con ese veneno.

Lic. Lucas Vazquez Topssian

M.N. 60.896