13 Mar 2017

Cyberbullying y adolescencia.

Cyberbullying y adolescencia.

asociación argentina de lucha contra el cybercrimen

(Publicado originalmente en el Periódico Crics n° 334 – Febrero 2017)

La agresión es una conocida disposición del abanico de las emociones humanas, caracterizada por la acción en la que un sujeto intenta intencionalmente causarle un daño a otro. Esta conducta puede aparecer y desaparecer en un breve período de tiempo, pero su duración también puede prolongarse y no remitir de manera rápida o fácil: entramos así dentro del terreno del acoso. El acoso, entonces,  tiene el componente agresivo de la intencionalidad de hacer daño, pero éste perdura en el tiempo y es normal encontrar episodios de violencia repetidos que dan cuenta de esta cronicidad. En todo hecho de acoso también aparece la desigualdad de poder entre la víctima y el agresor. Acerca de este último, encontramos que el acoso puede ejercerse de manera individual o grupal.

Los tipos de daño producto del acoso suelen ser variables, siendo los más comunes los físicos (golpes, empujones, quemaduras), verbales (insultos, amenazas), psicológicos (expandir rumores sobre la víctima) o sociales (exclusión de la víctima del ámbito grupal). Cuando el acoso se produce a través de las tecnologías de información y comunicación (TIC), hablamos del cyberacoso, o en inglés, «cyberbullying». Las tecnologías actuales ofrecen al agresor una amplia gama de modalidades, como el acoso mediante numerosos mensajes, llamadas, publicaciones o correos, que toman la forma de amenazas y/o insultos. El fenómeno también se materializa en la difusión de imágenes comprometidas, rumores y chismes. Los agresores cuentan con la posibilidad de hackear la cuenta de alguien, de crear perfiles falsos en las redes sociales y en casos extremos, la grabación de la agresión o la humillación de la víctima para difundirlo posteriormente.

En cuanto a los participantes del acoso, se reconocen 3: el agresor, la víctima y el observador. Muchas veces no se tiene en cuenta la participación de los observadores en el proceso de acoso, es decir, aquellas personas que presencian el acoso y que desde su acción o inacción ayudan a prolongar o a fomentarlo.

Me preguntaba por la prevalencia del cyberbullying entre los adolescentes. Sabemos que las TICs se presentan como una parte importante de su vida social. La adolescencia, evolutivamente hablando, es un complejo proceso de cambio y transición del sujeto, que implica el recorrido de la infancia hacia la adultez. A partir de la emergencia de la madurez sexual, conocida como pubertad, al adolescente le toca enfrentarse a diversos desafíos con los recursos que el sujeto encuentra.

Internet y las redes sociales constituyen, en la actualidad, un medio ideal que soporta estas vicisitudes, siendo uno de los más notables es el ajuste de su nuevo esquema corporal. A los cambios biológicos que le acontecen, el adolescente debe ajustar la representación mental que tiene de él mismo y adaptarse a su nuevo cuerpo. Los adolescentes experimentan con su apariencia, muestran y dar a conocer, publican, editan y se ocultan.

La adolescencia resulta una etapa de normal anormalidad, citando a Aberastury y Knobell, quienes hablaban del síndrome normal de la adolescencia. Muchos padres y educadores de adolescentes son testigos de los permanentes desequilibrios e inestabilidad emocionales que caracterizan a esta etapa de la vida.

Una de las tareas más arduas para el adolescente es pasar de la identidad de niño a la posición sexuada adulta, donde entre cosas debe encontrarse con el objeto sexual. Existe toda una serie de fenómenos identificatorios relacionados con la necesidad del adolescente de reconocerse y ser reconocido como conforme el tipo ideal de su sexo. Así, durante la adolescencia, tanto en hombres como mujeres, hay una fuerte necesidad de ser admitido entre el grupo de pares, cuya membresía puede incluir diversas categorías, pero sobre todo el reconocimiento de la masculinidad o la feminidad.

El problema es que la aspiración a una categoría universal en aquello que identifica a los miembros de un grupo (ej. Los hombres, las lindas, las inteligentes, etc.) exige un límite. Para que la pertenencia en un grupo tenga algún valor para un potencial miembro, tiene que quedar establecida la figura de aquel o aquellos que no podrán incluirse, que serán excluidos. Esta es la situación de la víctima de cyberbullying cuando toma la forma de fenómeno grupal. Un caso típico son las agresiones que pueden recaer sobre alguna chica que supuestamente no satisface determinados criterios de admisión en el grupo de las «mujeres». O el chico que recibe comentarios homofóbicos y queda excluido del grupo de los «hombres». La función del sujeto rechazado, con su supuesta falta, es la de garantizar que los otros posean el atributo opuesto a lo que rechazan.

El tiempo de la adolescencia implica mucha susceptibilidad y paranoia para el sujeto que la transita. La presión que urge a identificarse es, para ambos sexos, muy fuerte. Los adolescentes pueden llegar a determinados comportamientos, particularmente los de tipo sexual y agresivo, que funcionan como signo de la buscada masculinidad o feminidad. Algunas chicas pueden terminar haciendo cosas «como la otra», que verdaderamente no desean, en nombre propio.

Se debe aclarar que debido al ámbito virtual donde ocurre, el cyberacoso tiene ciertas particularidades respecto al acoso donde no intervienen las TICs. Mientras que el acoso ordinario ocurre en un lugar y tiempo determinados, el cyberacoso no conoce límites espaciales ni temporales. La víctima difícilmente puede escapar del cyberacoso. En cuanto a los efectos, el cyberacoso cuenta con la permanencia que ofrece internet y estos se multiplican exponencialmente al poder llegar a más personas. En este punto, los observadores pueden colaborar negativamente al compartir y difundir material relacionado con el ciberacoso. Las TICs también han actualizado a otras antiguas formas graves de acoso, como el abuso de menores. Es última conducta tiene el nombre de grooming.

El daño a las víctimas es algo que debe tomarse muy en serio y no minimizarse. El daño debe evaluarse en cada caso en particular. La víctima de cyberbullying sufre una desestructuración de su vida, evidenciada en determinados síntomas. No hay dos sujetos iguales, así que la intensidad sintomática dependerá de cómo el sujeto, en cada caso, elabora la situación traumática que sufrió.

La depresión aparece como una reacción afectiva frente a una situación real de pérdida (un ser querido, una posesión muy apreciada, etc.), que implica profundos sentimientos de pena, dolor y abatimiento Se trata, en el caso del acoso informático, de una depresión reactiva, es decir, existe una relación evidente entre la situación de pérdida específica y la reacción depresiva, constituyendo esta pérdida el núcleo central del contenido depresivo, no importando la gravedad o profundidad del mismo.

Entre las víctimas del acoso informático, aparecen también cuadros de ansiedad patológica. En este caso, el acoso informático funciona como un estresor ambiental que provoca que la vìctima experimente una sensación difusa de angustia o miedo, el deseo de huir, sin que quien la sufra pueda identificar claramente el peligro o la causa de este sentimiento. Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de ansiedad social, etc.

El deterioro académico  se materializa en el ausentismo y la deserción escolar, desarrollar problemas de concentración y dificultades de aprendizaje, generando insatisfacción y falta de motivación. Las dificultades en el aprendizaje en la víctima son consecuencia de la alteración de una o más funciones psìquicas implicadas en la conciencia: la atención, la memoria, la capacidad de recordar, la función judicativa que permite asociar, analizar y comparar e integrar las experiencias. Al profesional de la salud le corresponde determinar cuál o cuáles de estas funciones se encuentran alteradas y cuál es el motivo. Por ejemplo, en los trastornos afectivos previamente mencionados, sobre todo en la depresión, el campo de lo atendible se ve limitado tanto en el orden de las ideas como de los objetos atendidos, y está siempre referido al matiz afectivo del momento.

En muchas víctimas del acoso informático, se apreció una marcada retracción en las relaciones sociales. Las víctimas sostienen la creencia de que no es parte del grupo o la comunidad, que es distinta a los demás. También aparece la desconfianza ante los semejantes, la expectativa de que va a ser herido o que los demás se aprovecharán de él.

Debemos recordar que el acoso implica una agresión sostenida en el tiempo, por lo que los fenómenos relacionados con el estrés también pueden manifestarse en las víctimas del acoso informático. En un principio, la víctima responde adaptándose al estrés, pero cuando los agentes estresores son recurrentes y continuos como en el caso del acoso informático, el individuo se desadapta. Cuando fallan las respuestas de adaptación, y la presión se hace permanente, se producen diferentes efectos, como incremento de la fatiga, dificultad para la concentración, dolores musculares, cefaleas, colon irritable, dispepsias, insomnio, etc. También aparece deterioro en las funciones cognitivas y emocionales: disminución de la capacidad de manejar información, irritabilidad e inquietud, preocupación constante, aumento de la agresividad, entre otros.

Diversas investigaciones han detectado la asociación entre el consumo de drogas y el bullying (Kaltiala-Heino, Rimpela y Rantanen y Rimpela, 2000). La violencia o acoso en escuelas secundarias también se incrementa de manera considerable cuando entre los estudiantes consumen algún tipo de droga legal o ilegal.

Finalmente, también existe una relación entre las conductas de intimidación con la depresión y la ideación suicida. Aunque es menos frecuente que los demás fenómenos, debe prestársele particular atención por su gravedad.

La magnitud del daño psíquico no es evidente como el daño moral, ni es de fácil cuantificación. Los profesionales de la salud lo determinan en base a un proceso psicodiagnóstico, que implica entrevistas y la aplicación de diversos tests y técnicas proyectivas. La batería diagnóstica completa debe incluir diferentes grupos de técnicas que guarden coherencia intra e intertests, que permita la validación de la misma.

En conclusión, el cyberbullying es una situación grave que requiere la rápida intervención de los adultos a cargo del menor y de los profesionales especializados en las distintas áreas de este complejo fenómeno.


Lucas Vazquez Topssian es licenciado en psicología y Director del Departamento de Psicología y Contención a las Víctimas de la AALCC (Asociación Argentina de Lucha contra el Cibercrimen), en donde trabaja en materia de prevención (primaria, secundaria y terciaria) los casos de cibercrimen que demanden asistencia psicológica junto a otros profesionales.

 

Lic. Lucas Vazquez Topssian

M.N. 60.896