21 Mar 2016

Cyber-exhibicionismo: ¿Por qué se toman y comparten fotos íntimas? – Por Lucas Vazquez , psicologo especialsita en cibercrimen

Cyber-exhibicionismo: ¿Por qué se toman y comparten fotos íntimas?

Frecuentemente aparecen noticias relacionadas con la cyber porno-venganza (revenge porn), en donde una o más personas difunden imágenes sexuales de una víctima, sin su consentimiento.

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Sabemos que en la mayoría de las veces, la víctima accedió voluntariamente a tomarse esas fotos y a compartirlas, confiando en que el receptor del material las mantendría en el ámbito privado. Ante estos hechos, es común escuchar la pregunta «¿Por qué [la víctima] se sacó esas fotos?». Existe una tentación lógica: si no existen fotos sexuales, entonces no hay nada para difundir. El problema es que esta pregunta puede y tiende a formularse con el fin de culpabilizar y condenar a la víctima. Desde la AALCC, creemos firmemente en los derechos a la libertad y a la privacidad (art. 19 de la CN) y tomamos la pregunta con un objetivo preventivo.

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La conducta de enviar una foto sexual se encuadra dentro de lo que conocemos como exhibicionismo, donde el sujeto comparte el goce de quien lo mira desnudarse. En este caso, el exhibicionista utiliza la tecnología para exhibirse. Ahora, no es posible hacer una inferencia estable acerca de un síntoma y la causa psíquica que lo originó. ¿Por qué? Porque la dinámica del inconsciente jamás se desarrolla en el sentido de una implicación lógica tal que permita identificar un síntoma con la estructura del sujeto que lo manifestó. En resumen, un mismo fenómeno (exhibicionismo o el que sea) puede corresponder a diversas causas.

Al hablar de exhibicionismo, es imposible no pensar en la estructura perversa, sobre todo para quienes leyeron «Pulsiones y sus destinos» de Freud, donde describe el destino pulsional de la vuelta hacia la propia persona. En este texto, el exhibicionismo está planteado como un voyeurismo vuelto sobre el propio yo, ya que incluye el hecho de mirar el propio cuerpo.

En la perversión, el exhibicionista se ofrece a la vista del Otro, generándole pudor y poniéndose a merced de su deseo. El exhibicionista perverso busca la sorpresa del otro, que se conmueve por ese develamiento. ¿Podemos diagnosticar a un sujeto como perverso a partir de haber observado un acto exhibicionista? No. Veremos que el componente exhibicionista puede estar presente en otras estructuras.

El componente exhibicionista también está muy presente en la histeria. En esta estructura, la puesta a prueba narcisista adopta proporciones sumamente invasoras. La apuesta histérica de querer gustarle al otro suele ser ciega, intentando interpelar al otro de tal manera que quede fascinado y subyugado. Sabemos de la convicción permanente de la imperfección en la que viven los histéricos los lleva a intentar ocultarla: ropa, adornos, juegos de roles. Además, todo les es oportuno para tratar de hacer más atrayente la mirada del otro, que para ellos es muy poca. Podemos pensar que la pantalla y la cámara del teléfono móvil es ideal para convocar aquella mirada, vivida como escasa. En los histéricos e histéricas se halla una disposición con nombre y todo: «dado para ver». En la mujer histérica, el dar para ver siempre se refiere al cuerpo. En cambio, en el hombre involucra todo el cuerpo. Tras este «dar para ver», se oculta una demanda de amor y reconocimiento y tanto para hombres como mujeres, los artificios son prioritarios.

Tanto hombres como mujeres histéricos, en este caso, también utilizan la exhibición como puesta en escena del cuerpo. La apuesta, en este caso, es intentar hacer como si se sostuviera siempre la mirada del otro, con el fin de que el sujeto pueda gozar fantasmáticamente del juicio supuestamente desaprobador para con él. De esta manera, por ejemplo, un hombre logra evitar una confrontación directa con una mujer, en el terreno sexual.

También se ha observado que este intercambio de fotos entre hombres puede ser utilizado como una máscara o juego homosexual. No se trata de una homosexualidad verdadera, sino una compensación secundaria: si el otro es semejante a sí, entonces se protege de la diferencia de los sexos.

En cuanto a las neurosis obsesivas, sabemos que estos sujetos son sumamente escrupulosos con las reglas y que la menor infracción los llena de inquietud. El obsesivo, sin saberlo, hace terribles esfuerzos por tratar de ser perverso, pero no lo logra jamás. Tampoco sabe el obsesivo que su defensa por legalidad es una lucha contra su propio deseo de transgresión. El obsesivo puede llevar a cabo, excepcionalmente, actos que pueden recordarnos a una transgresión perversa, aunque por lo general dichas transgresiones son insignificantes. Si pensamos en el caso de un acto exhibicionista, para el obsesivo y aún el fóbico, lo más probable es que se trate de una «fuga hacia adelante». El sujeto, en este caso, es superado por su propio deseo y actúa con este tipo de transgresiones. Obviamente, el obsesivo o el fóbico sentirán culpa por las acciones previamente cometidas, mientras que un perverso no.

En conclusión, una misma conducta puede tener diferentes causas y aparecer bajo diferentes modalidades clínicas. Por otro lado, vimos cómo las nuevas tecnologías permiten actualizar prácticas tan antiguas como la cultura.

¿Qué hacer?Lamentablemente, la cyber-exhibición tiene riesgos, uno de los cuales es precisamente la divulgación de esas imágenes. Antes de enviar cualquier tipo de material, se recomienda pensar en las posibles consecuencias de esa acción. No se trata de un mandato a la represión, sino a recordar que Internet permite la permanencia y la falta de fronteras. Lo que uno comparte puede volver a aparecer muchos años después y llegar a personas que ni nos imaginábamos.

Comparto el relato de una paciente, víctima de la cyber-venganza: «Nunca pensé, al sacarme esas fotos, que llegarían a personas que ni existían en aquel momento: mis hijos».

Lic. Lucas Vazquez Topssian

M.N. 60.896
Licenciado en psicologia
Director del depto de psicologia de la AALCC

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